EL SIERVO DEL SEÑOR
(EVED ADON-I)
Un análisis de Isaías 53
El capítulo 53 del profeta Isaías es crucial en la controversia judeo-cristiana sobre la identidad de Jesús de Nazareth como Mesías.
Para el cristianismo, de aquí se deduce la idea fundamental del Mesías Sufriente (idea recuperada de la tradición apocalíptica sostenida, principalmente, por la secta Esenia-Qumranita en las décadas previas a la vida de Jesús de Nazareth).
En el presente texto, me propongo dejar en claro los siguientes puntos:
1. Por qué es un hecho que este texto no habla del Mesías.
2. Por qué es un hecho que este texto no habla de Jesús.
3. Por qué es un hecho que este texto habla de Israel.
I. ¿Existe un Mesías Sufriente?
Cierto: hay evidencia para sustentar que el judaísmo previo a Jesús de Nazareth desarrolló la idea de un Mesías Sufriente. Sin embargo, hay que tomar en cuenta dos aspectos básicos referentes a esta idea.
El primero de ellos es que se trato de una doctrina tardía, heterodoxa, atípica y minoritaria.
El segundo, que fue sustentada como parte de un corpus doctrinal que, en su integridad, es rechazado por el cristianismo.
1. La doctrina del Mesías Sufriente.
Esta doctrina ha sido sostenida por dos grupos a lo largo de la Historia: los de tendencia apocalíptica en la antigua Judea, y el cristianismo. En términos generales, coinciden en un aspecto: las Escrituras Hebreas hablan de un Ungido (Mashiaj, en hebreo) que funge un rol en el esquema de la Redención por medio de sus sufrimientos.
El único texto que aborda este tema es, precisamente, Isaías 53.
Una cosa es definitiva: la doctrina es tardía. No se dispone de ningún tipo de evidencia que sustente que esta creencia existió antes del siglo I AEC.
Independientemente de la fecha que aceptemos para la redacción de Isaías 53 (siglo VIII AEC según los tradicionalistas, o siglo VI AEC según la crítica bíblica), una cosa es definitiva: Isaías 53 jamás usa el término “Mesías Sufriente” para referirse al indiscutible protagonista de una amplia sección que abarca los capítulos 40-55: el Siervo del Señor (Aved Adon-i).
Esta condición tardía de dicha doctrina va de la mano con otro dato plenamente verificable: la idea de un Mesías Sufriente surge dentro del pensamiento apocalíptico, y este tuvo su inicio y desarrollo a partir del siglo II AEC, especialmente a partir de la elaboración del libro de Daniel (hacia 164 AEC), en el cual —de todos modos— nunca se menciona un Mesías Sufriente.
Lo más factible es que la idea de un Mesías Sufriente se haya consolidado en el siglo I AEC, y apenas fue retomada por la tradición rabínica en el siglo II (especialmente en los ambientes místicos que luego darían forma a la Kabbalah), lo que permitió una leve inclusión en algunas secciones talmúdicas (entre los siglos II y V EC).
Esto significa que dicha idea nunca fue parte esencial del judaísmo antiguo, debido a que la idea bíblica del mesianismo es muy simple. Mesías significa, literalmente, Ungido, y es un tecnicismo que se le aplica a dos personajes bien definidos: el Rey y el Sumo Sacerdote. La razón es obvia: cuando la persona elegida para ejercer el cargo iniciaba funciones (generalmente, tras la muerte de quien lo venía ejerciendo), era uncido con un aceite de manufactura especial (los modelos bíblicos los encontramos en Éxodo 29.5-7 para el Sumo Sacerdote, y I Samuel 10.1 para el rey). Luego entonces, se convertían en “ungidos”.
No hay, por lo tanto, misterios respecto a lo que significa ser Mesías, ni respecto al modo en el que una persona viene a ser un Mesías.
En cambio, no hay ninguna aclaración similar respecto a un supuesto Mesías Sufriente (incluso, llevando el tema a sus últimas consecuencias, la Torá —base del judaísmo— sólo menciona explícitamente al Mesías Sacerdotal, no al Mesías Rey).
En cambio, hay otro detalle que refuerza la naturaleza heterodoxa de esta doctrina: el Mesías Sufriente es, en la tradición judía, el Mashiaj ben Yosef (el Mesías de las Tribus de Yosef). En el judaísmo tradicionalista, los linajes mesiánicos están perfectamente definidos: el Sumo Sacerdocio corresponde a la tribu de Levi, y el Rey corresponde a la tribu de Yehudah. En estricto, la Torá jamás habla de un Mesías de las tribus de Menashé o Ephraim (los hijos de Yosef).
Por ello, no sorprende que en Isaías 53 JAMÁS SE HAGA USO DEL TÉRMINO “MESÍAS”. Incluso, en todo el pasaje de Isaías 40-55, sólo una vez se menciona a un rey con el término “Mesías”, y se trata de Ciro el Persa (Isaías 45.1), lo cual refuerza la idea expuesta anteriormente, de que el término Mesías es apenas un tecnicismo para referirse a alguien que ha sido uncido para ejercer un oficio de autoridad.
La idea de Mesías Sufriente sólo podía consolidarse en el contexto del pensamiento apocalíptico, ya que esta perspectiva fue la que planteó la perspectiva de que la Historia habría de concluir de modo dramático y catastrófico, específicamente en el contexto de una guerra final que confrontara a los Hijos de la Luz con los Hijos de las Tinieblas.
Como está sobradamente comprobado, esta ideología se consolidó a partir del año 167 AEC, cuando inició la sublevación Macabea contra Antíoco IV Epífanes, emperador Seléucida, y el primer gran producto literario de esta tendencia fue el libro de Daniel, escrito hacia 164 AEC.
Estos datos corroboran el hecho de que la doctrina del Mesías Sufriente fue atípica, heterodoxa y minoritaria, ya que sólo se ha encontrado evidencia documental de la misma en algunos pasajes de ciertos Rollos del Mar Muerto, que fueron la biblioteca de la comunidad Esenia-Qumranita (las escasas referencias sugieren que aún entre los Esenios no fue una doctrina de aceptación mayoritaria).
En resumen: no hay ningún sustento en la Torá para hablar de un Mesías (Ungido) proveniente de las tribus de Yosef y que debiera ejercer un ministerio sufriente. Si a eso añadimos que Isaías 53 jamás usa la palabra Mesías (Ungido), la idea más simple es esta: Isaías 53 no habla de ningún Mesías.
Si el judaísmo llegó a identificar al Siervo del Señor (el protagonista de Isaías 40-55) como un Mesías Sufriente, sólo fue tardíamente y en círculos minoritarios.
2. Mencionamos, además, que la doctrina completa del Mesías Sufriente nunca fue aceptada por el cristianismo de manera íntegra (y, vale decirlo, tampoco por los llamados Judíos Mesiánicos).
La doctrina original, como ya mencionamos, se desarrolló en el medio apocalíptico, y hay que visualizarla entonces de modo completo.
Según el pensamiento apocalíptico, el Mesías Sufriente provendría de las tribus de Yosef (como ya lo señalamos), y su sufrimiento habría de darse en un marco escatológico, lo que quiere decir que su ministerio habría de ser parte del Fin de los Tiempos. ¿Cuál era el acontecimiento esencial del Fin de los Tiempos? La Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas, misma que habría de verificarse en un levantamiento contra el Imperio Romano.
Como parte de la preparación para ese levantamiento, el grupo que se autodenominaba el “Verdadero Israel” o la “Nueva Alianza” (identificado hasta la fecha como los Esenios-Qumranitas) desarrolló una serie de prácticas radicales, lo mismo que de doctrinas extremas, como la autoridad absoluta de los Tzadokim (saduceos, aunque de la tendencia disidente que fue el movimiento Esenio).
El cristianismo aceptó a Jesús como el Mesías Sufriente, pero de ningún modo le concedió la autoridad total a los Saduceos disidentes, ni pregonaron que la muerte de Jesús fuese parte del proceso para levantar a Judea contra Roma, y ni siquiera se percataron que la tradición judía identificaba al Mesías Sufriente con la tribu de Yosef.
Veámoslo entonces de este modo: si se quiere apelar a que el judaísmo previo a Jesús ya hablaba de un Mesías Sufriente, entonces tomemos en cuenta TODA la doctrina del Mesías Sufriente, y no sólo una parte.
Por la naturaleza de dicha doctrina, ni cristianos ni Judíos Mesiánicos la toman en cuenta de manera íntegra. Sólo aquello que se ajusta a sus propias ideas.
II. ¿Podría identificarse a Jesús con el Mesías Sufriente?
No.
La primera razón es simple: el Mesías Sufriente, de acuerdo a la doctrina original judía, es el Mashiaj ben Yosef, o Mesías de las tribus de Yosef. De acuerdo a los Evangelios, Jesús fue descendiente directo del Rey David, y en consecuencia, del linaje de la tribu de Yehudah. Por lo tanto, no califica para ser el Mashiaj ben Yosef.
De hecho, esto evidencia la contradicción intrínseca de la idea de Jesús como Mesías Sufriente: en la tradición judía —pasando por alto lo tardío, heterodoxo y minoritario— los Mesías de Yehudah y Yosef son diferentes. Uno es el Mesías Rey, el otro el Sufriente. Y los evangelios de Mateo y Lucas hacen todo lo posible por presentar a Jesús como el Mesías de Yehudah, al proponernos dos genealogías que lo vinculan con el rey David (pasemos por alto que ambas genealogías son totalmente contradictorias).
Luego entonces, queda descartado que Jesús pueda ser el Mashiaj ben Yosef (a menos que algún ingenuo proponga que “ben Yosef” no se debe referir al linaje, sino al nombre de su padre; imposible, porque de haber sido parte del linaje de David, Yosef —el padre de Jesús— debió ser identificado también como Mashiaj ben David, y ese habría sido el título que heredaría a Jesús).
Pero hay más razones para no poder asociar a Jesús con el Siervo de Isaías 53.
Dejemos por alto la fragilidad del concepto de Mesías Sufriente, y contrastemos tres características del protagonista del capítulo que nos interesa, con lo que los Evangelios dicen sobre Jesús:
1. “…no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos”. Isaías 53.2
Esa no es la imagen que los Evangelios presentan sobre Jesús. Lucas 2.52 nos dice que Jesús “crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con D-os y los hombres”. Juan, por su parte, nos dice que unos alguaciles dijeron de él “jamás hombre alguno ha hablado como este hombre”.
Se argumenta que la descripción de Isaías 53.2 corresponde al Jesús martirizado, pero eso es ilógico de acuerdo a la estructura del texto. El versículo referido nos habla de las características propias del Siervo, no de una etapa concreta de su ministerio. En cambio, los Evangelios siempre presentan a Jesús como alguien cuya presencia impacta, reta, e incluso, apabulla a sus contrincantes.
Todo lo contrario a lo que dice Isaías 53.
2. “Angustiado él y afligido, no abrió su boca…” Isaías 53.7
Curiosamente, los Evangelios se obstinan en presentar a un Jesús con aplomo e íntegro en todo el proceso de su pasión. Nuevamente, se argumenta que en Gethsemaní, antes de su arresto, Jesús vivió un momento de angustia, y que ante Poncio Pilatos hubo un momento en el que guardó silencio por las acusaciones.
Pero regresemos al sentido obvio del texto de Isaías: allí no dice que el Siervo padecería UN MOMENTO de angustia y OTRO de silencio. Por el contrario: la angustia y el silencio son características EXISTENCIALES del Siervo durante todo el proceso de ser “llevado al matadero“. En cambio, Jesús con su aplomo pudo retar verbalmente tanto a Caifás como a Poncio Pilato, y todavía decir las célebres “Siete Palabras” (o Frases) en la cruz, cuando el texto de Isaías agrega que el Siervo “enmudeció y no abrió su boca”. Y es un hecho que Jesús no se quedó callado.
Nuevamente, todo lo contrario a lo que dice Isaías 53.
3. “Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte”.
Esta es la peor de todas: Jesús fue ejecutado con los impíos, pero sepultado como rico, según los Evangelios. Exactamente ¡al revés! De cómo está indicado en Isaías 53. Las pruebas las dan los Evangelios: según Lucas 23.32-33 (y paralelos), Jesús fue crucificado y murió entre dos malhechores; y según Lucas 23.50-53 (y paralelos), fue sepultado en la propiedad de un hombres distinguido, José de Arimatea. Pero Isaías dice que la sepultura tenía que disponerse con los impíos, y la muerte con los ricos.
Nada de eso se cumple en Jesús.
En resumen: los Evangelios presentan a Jesús como el Mesías del linaje de David (de la tribu de Yehudah), y nos relatan como fue una persona de personalidad sumamente atractiva y carismática. Además, aclaran que al ser sentenciado a muerte y ejecutado en la cruz, si bien pasó momentos de duda y silencio, mantuvo el aplomo completo y confrontó a sus acusadores y ejecutores. Fue crucificado entre dos maleantes, pero sepultado en la propiedad de un aristócrata.
Todo lo contrario a lo que dice Isaías 53 sobre el Siervo del Señor.
Peor aún: todo lo contrario a lo que la doctrina del Mesías Sufriente —minoritaria y heterodoxa, además— dice sobre el Mesías Sufriente, que debía ser de las tribus de Yosef.
La conclusión es simple: Jesús de Nazareth no puede ser identificado como el Mesías Sufriente.
III. ¿Por qué decimos que Israel es el Siervo del Señor?
Por la razón más simple, hablando de exégesis bíblica: porque el mismo texto lo dice.
El tema del Siervo del Señor no es exclusivo de Isaías 53, sino que aparece en toda la sección que comprende los capítulos 40-55, elaborados durante la época de la restauración de Judea, posterior a los años de exilio en Babilonia (la mención de Ciro el Persa en Isaías 45.1 nos permite fechar esta sección de Isaías en los años posteriores al 539 AEC, cuando Ciro se impuso como emperador en Babilonia y empezó la política de tolerancia hacia los judíos, misma que permitió que la nación fuese reconstruida).
Los biblistas han identificado cuatro pasajes que han sido llamados los “Cuatro Cantos del Siervo”, y corresponden a Isaías 42.1-9; 49.1-7; 50.4-11; y 52.13-53.12
Hagamos, entonces, un ejercicio coherente de interpretación, y tomemos en cuenta todas las referencias al Siervo del Señor para dejar en claro su identidad. Con ese objetivo, cito tres pasajes claves:
1. “¿Quién es ciego, sino mi Siervo? ¿Quién es sordo, como mi mensajero que envié? ¿Quién es ciego como mi escogido y ciego como el Siervo del Señor?” Isaías 42.19
2. “Y me dijo: mi Siervo eres, oh Israel, porque en ti me gloriaré” Isaías 49.3
3. “Así ha dicho el Señor, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones, al siervo de los tiranos: verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán por el Señor; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió”. Isaías 49.7
El primer pasaje citado refiere dos características del Siervo del Señor que ningún cristiano aceptaría en Jesús: ciego y sordo. Y el reto de coherencia es este: si se quiere insistir en que Jesús es el Siervo en Isaías 53, entonces también lo es en Isaías 42. Por lo tanto, se deduce que Jesús fue un necio: ciego y sordo ante el llamado de D-os. Si, en contraparte, se rechaza que Isaías 42 hable de Jesús, se rechaza entonces que Isaías 53 lo haga también.
Un correcto trabajo exegético no permite aplicar arbitrariamente los criterios de interpretación.
Por su parte, el tercer pasaje es el vínculo evidente con Isaías 53, al hablar del “menospreciado de alma” y “abominado de las naciones”. Es muy obvio, contundentemente claro, que en este versículo ya está prefigurada la imagen trágica del Siervo del Señor que luego se detalla en Isaías 53. Así que no pueden quedar dudas respecto a que estamos hablando de la misma persona (si acaso es persona).
Dejo para el final el segundo pasaje referido, que no deja dudas respecto a la identidad del Siervo: “Mi Siervo eres, oh Israel…”
¿Por qué afirmamos que el Siervo del Señor es Israel?
Porque así lo dice el libro de Isaías.
Por más que se argumente que algunos grupos marginales del judaísmo del siglo I AEC y posteriores vieron en Isaías 53 a un Mesías Sufriente, no se puede imponer este criterio —menos aún, siendo minoritario— a la evidencia clara dada por el propio texto bíblico: el Siervo del Señor del que habla Isaías es el pueblo de Israel.
Dicho de otro modo: Isaías 53 habla de Israel.
No del Mesías.
Menos aún de un Mesías Sufriente.
Y menos aún de Jesús de Nazareth.
A la evidencia bíblica nos hemos remitido.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
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En el libro de los hechos capitulo 8, versículo 26, Felipe el Evangelista, por orden de un angel del Señor se acerca con el etíope, e identifica a Yashua con el rollo de isaias, donde lee "como oveja, a la muerte fue llevado, y como cordero mudo, delante de quien lo trasquila,Asi no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; mas su generacio, quien la contara? Porque fue quitada de la tierra su vida. y desde allí le anuncio el evangelio de Yashua. Hasta el momento el Mesias Ben Yosef no se ha revelado, a sus hermanos,y lo hara en su venida y habrá gran lloro y lamentación por el conmo se llora por el unigenito. porque el Señor derramara Espiritu de gracia y de oración y verán al que traspasaron.
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