domingo, 12 de septiembre de 2010

MICHAEL ROOD: El Clown del llamado Judaísmo Mesiánico

Resulta difícil creer que, en pleno siglo XXI, aparezcan este tipo de payasos, aún en un medio tan frecuentemente abyecto como el de las sectas religiosas estadounidenses.
Sin embargo, pese a la más elemental lógica, sucede.
Michael Rood es uno de esos pastores evangélicos a los que un día se le ocurrió que era rabino, e incluso un Levi. Se hizo confeccionar una capa, se consiguió gorros de colores, y empezó a predicar por todos lados con su disfraz de payaso.
Pero eso no es lo sorprendente, sino las siguientes dos cosas: primera, que tiene un montón de mensos que lo siguen; segunda, que sus temas favoritos son estupideces más que calcinadas a lo largo de la historia. Tres, en concreto, que voy a comentar una por una.
1. Las raíces hebreas del cristianismo
No es un misterio: de alguno u otro modo, el cristianismo se originó del judaísmo. Jesús mismo fue judío; los apóstoles también; incluso Pablo, el menos judío ideológicamente hablando, también lo fue. Pero, tan cierto como eso, lo es que el cristianismo es una abierta ruptura con el judaísmo, y se entiende mejor si se le analiza como lo que es: una fase de la evolución de la religiosidad helénica.
Esto no le molesta a Rood, ni a otros predicadores semejantes. De hecho, les encanta marcar las diferencias entre el “Jesús Griego” y el “Yehoshúa Judío”, enfatizando que lo que ellos proclaman es la fe original en Jesús, reintegrada a sus raíces judías.
Claro, pasan por alto un significativo problema: nadie, ni siquiera los más destacados especialistas en estudios del Nuevo Testamento, se han atrevido a decir cómo fue el movimiento original de Jesús. Dicho de otro modo: a juicio de los más destacados eruditos, la reconstrucción del movimiento original de Jesús —creencias y prácticas— sigue siendo un misterio sin resolver.
En cambio, cuando Rood y sus fans son cuestionados sobre el tema, lo mejor que se les puede ocurrir contestar es que ellos ya resolvieron ese misterio. Extraño, si tomamos en cuenta que entre esas huestes no hay ningún especialista de prestigio.
¿Por qué, a juicio de los verdaderos especialistas, no se ha podido reconstruir al Jesús histórico, su movimiento y su ideología? Simple: porque no tenemos ningún documento generado en ese grupo o en ese momento. Lo más parecido, el Nuevo Testamento, es —en realidad— una colección de textos construidos e integrados durante un proceso que abarca más de 300 años. Ciertamente, el proceso inició en un contexto judío, pero también es cierto que entre los años 70 y 397, el proceso se dio en el contexto cristiano helénico.
Por lo tanto, lo que podemos encontrar en el Nuevo Testamento es el modo de pensar de los seguidores cristianos (no judíos) de Jesús (el judío). Funciona, entonces, para reconstruir una rama del pensamiento helénico, pero no para reconstruir un grupo judío del siglo I.
Rood y similares apelan a algo muy simple: el Nuevo Testamento tuvo un original en hebreo. El texto griego que conocemos es, simplemente, la traducción.
Eso es un error: está demostrado que el original del Nuevo Testamento es, en esencia, griego. Cierto: hay muchos elementos de origen semítico, y evidencian que hubo antecedentes escritos en hebreo, pero esto sólo aplica para el evangelio de Mateo, y para el Apocalipsis de Juan. Aparte de esos textos, ningún especialista se atrevería a afirmar que existió un antecedente documental en hebreo.
Siguiendo un razonamiento artificial de principio a fin, Rood y similares pretender recuperar el espíritu “judío” del Nuevo Testamento.
Es una falacia. Se pueden identificar los puntos de contacto del Nuevo Testamento con el judaísmo del siglo I, pero eso es otra cosa. El Nuevo Testamento, como producto terminado, es una colección cristiana, hecha por cristianos y para cristianos.
En consecuencia, el hecho definitivo es que no existe ningún manuscrito antiguo —ni siquiera en estado fragmentario— del Nuevo Testamento que esté en hebreo.
Si Rood, entre otros, apelara a que ofrece su propia perspectiva de las ideas originales que pudieron haber tenido los seguidores de Jesús, siendo judíos, sería diferente. El problema es que dice que ofrece una recuperación de la esencia judía de Jesús y del Nuevo Testamento.
Los mejores especialistas saben que es imposible hacer esa recuperación. Pero Rood —que ni siquiera es un especialista en nada— dice que ya la hizo. En realidad, lo único que hizo fue replantear todo lo relacionado a Jesús, reelaborando cada detalle y cada idea a partir de lo que él cree que debió haber sido. Nada más. Es una mera especulación. Una que, además, ni siquiera toma en cuenta lo más destacado de la Crítica del Nuevo Testamento y, por lo tanto, una especulación frágil, sensacionalista, y que —hasta el momento— sólo ha convencido a gente más bien boba e ingenua.
2. El Calendario Hebreo
Por razones lógicas, Rood no puede —simplemente— exponer sus puntos de vista como la “perspectiva correcta”, sin entrar en conflicto con el cristianismo tradicional, pero también con el judaísmo.
De hecho, todo el mito de la “esencia judía” del Nuevo Testamento sólo es el intento para descalificar al cristianismo. Y el intento para hacer lo propio con el judaísmo, tiene que ver con el Calendario.
Rood promueve un “calendario hebreo corregido”, basado en los ciclos lunares. Con eso, de modo implícito, descalifica al judaísmo bajo la premisa de que sigue un calendario incorrecto.
Naturalmente, Rood no ha recibido el apoyo de ningún especialista en materia de calendarios. Acaso, lo mejor que ha conseguido es cierto apoyo de algunos sectores caraítas, que desde el siglo VIII retomaron un modo de organizar el calendario distinto al del Judaísmo Rabínico, supuestamente basado en la forma original usada por los antiguos sacerdotes de Israel.
Pero la propuesta de Rood es cómica: al final de cuentas, el actual año occidental 2010 es el 6010 del calendario hebreo “corregido”. Sus sesudas conclusiones sólo le permitieron validar el calendario gregoriano, agregándole 4,000 años para —según él— judaizarlo.
El punto crítico subyacente en este tema es, como ya mencioné, la necesidad de descalificar el calendario usado por el Judaísmo Rabínico, mismo que fue corregido por Hilel II hacia el año 359. Según los caraítas —y Rood, naturalmente—, esta corrección torció el modo correcto de hacer los cómputos calendáricos, movió las fechas de las Fiestas instituidas por la Torá, y canceló la posibilidad de que el Judaísmo Rabínico sea una religión correcta.
Naturalmente, no se ponen a pensar en un pequeño detalle: comprobar la exactitud del calendario usado por el Judaísmo Rabínico es sumamente fácil. Basta con tomar cualquier calendario judío y compararlo con un calendario lunar. La regla es simple: los días primero de cada mes deben coincidir con la Luna Nueva. Si la coincidencia es completa, todo lo demás está bien. Si hay errores, todo lo demás está mal.
Y, naturalmente, la coincidencia es perfecta. Justamente, Hillel II estableció las reformas para garantizar que cada mes iniciase en la Luna Nueva. Para ello, hizo uso de elevados conocimientos matemáticos y astronómicos.
Dado que los ciclos lunares no son exactos en cuanto a número de días, el calendario del Judaísmo Rabínico tiene recursos para hacer ajustes (generalmente, de un día) de tal modo que se pueda garantizar lo que la Biblia exige: que los meses comiencen con la Luna Nueva.
Obviamente, ni Rood ni los demás detractores del Calendario Hebreo vigente se detienen a pensar en esto. Su queja es abstracta, y no surge de la necesidad de corregir un error evidente (de hecho, lo único evidente en el Calendario Hebreo es que no tiene errores), sino de la urgencia de tener un argumento —malo, pero a la mano— para descalificar al Judaísmo verdadero.
A lo único que pueden recurrir, en este caso, es a la retórica mareadora. Misma que, por naturaleza, sólo engaña bobos. La forma de corroborar la exactitud o inexactitud del Calendario Hebreo es simple: salir cada día primero de mes a observar la Luna. Tan simple.
Las Fiestas Judías como Profecía del Fin de los Tiempos
Este, en realidad, es el tema capital de las doctrinas de Rood. Incluso, podemos afirmar que los temas anteriores tienen como objetivo darle un sustento a la perspectiva “profética” que Rood propone.
Según él, las Festividades Judías son la pauta para poder interpretar la profecía de las Setenta Semanas de Daniel, y con ello conocer los tiempos en los cuales se tiene que dar el cumplimiento de la venida del Reino Mesiánico.
De entrada, la verdad es que resulta ridículo que alguien quiera insistir con este tema, toda vez que el primer fracaso de las supuestas “profecías” sobre el “inminente” Fin de los Tiempos, sucedió en el año 164 AEC. Desde entonces, todos los cálculos que se han hecho sólo han terminado en el completo ridículo de quienes los promovieron.
Pero esto no impactó a Rood, evidentemente. Y, entonces, propuso su propia interpretación para la llegada del Fin.
Según las felices cuentas de Rood, la última Semana de la profecía de Daniel (los últimos siete años de Historia antes del Fin), comenzaron el 1 de Tishrei del 5771. El Judaísmo celebró la llegada de esa fecha el miércoles 8 de septiembre de 2010 al ponerse el sol, pero el calendario “corregido” de Rood la marcó para el viernes 10.
A partir de esa fecha, según las propias publicaciones de Rood, los acontecimientos que deberán verificarse son los siguientes:
a) 1 Tishrei 6010 (10 septiembre 2010): inicio de la guerra profetizada en Zacarías 14 (“Diez Días de Terror”).
b) 10 Tishrei 6010 (19 septiembre 2010): confirmación del pacto con Judá y manifestación del Arca de la Alianza.
c) Desde entonces, hasta el 25 Kislev 6010 (1 diciembre 2010), reconstrucción del Templo Judío en Jerusalén.
d) 25 Kislev 6010 y durante 8 días: Dedicación del Templo.
e) 3 Tevet 6010 (9 diciembre 2010): inicio de los sacrificios en el Templo de Jersualén.
A partir de estos acontecimientos, se desarrollará la última Semana de la profecía de Daniel, y la Resurrección de los Muertos, el Juicio y el establecimiento del Reinado de Jesús, se verificarán —según Rood— durante el mes de Tishrei del año 6017, o septiembre de 2017.
Bueno, lo cierto es que para este momento, las profecías de Rood ya empezaron a fallar. Estas notas las estoy escribiendo el 13 de septiembre de 2010, y lo cierto es que no empezó ninguna guerra hace 3 días. Menos aún una que ponga a temblar a todo el mundo (en una publicación previa, Rood se había atrevido a anunciar una guerra termonuclear). Y será cosa de una semana para ver si nos informan que ya se recuperó el Arca de la Alianza, y que se va a empezar a reconstruir el Templo.
Honestamente, no lo creo.
El fracaso de este cálculo es, a fin de cuentas, el colapso de todas las tonterías que ha venido predicando Rood.
Su “esencia judía” del Nuevo Testamento, así como su “calendario corregido”, caen por su propio peso al no verificarse el cumplimiento de la profecía, y Rood queda evidenciado como lo que es: un charlatán.
Bueno, la verdad es que sólo había que verlo en su disfraz de mago de circo ambulante para descubrir a un bocón.
Pero, lamentablemente, hay tanta gente tan urgida de que le cuenten cuentos, sin importar lo inverosímiles que puedan ser.